Editorial
Playita a la vista, Sanfermines en plena ebullición, calor para aburrir (con inquietante sequía incluida) y nuevas Elecciones Generales en un par de semanas… vamos, lo normal.
La vida sigue, pero … ¿cómo sigue?
Pues depende de “para quien”.
El mundo se encuentra ante una situación económica incierta, con claros síntomas en los “países locomotora” de frenazo y cuasi recesión (por lo que nos pueden arrastrar en cualquier momento), con dramáticos conflictos bélicos que sacuden la seguridad mundial, un cambio climático que estremece y un avance digital vertiginoso que empieza a tener debatidos beneficios en algunos campos.
La evolución global conlleva involución en lo particular. Dar un paso atrás, para dar después dos adelante, es la rutina del progreso. Para avanzar en unas cosas, conlleva replegar en otras. Es la vida; unos mueren, para que otros vivan. Unas cosas nuevas nacen, para que otras cosas viejas pasen al olvido.
Puede que este modelo de evolución sea rentable, seguro y quizás hasta necesario; no lo sé muy bien. Desde luego, hacer una profunda reflexión y debate sobre este modelo, sería muy interesante… aquí queda la propuesta para los entendidos de la transformación mundial, es decir, sociólogos, tecnólogos, economistas, analistas, etc.
Pero si sé que, en estos momentos, la evolución, al menos de pensamiento, no está yendo en la dirección correcta. Nos estamos volcando con tres colectivos, merecidamente, sin duda; pero nos estamos olvidando de otros dos, injustamente, también. Independientemente de otros ámbitos, en el ámbito laboral especialmente, el mercado ha cogido la bandera de favorecer a la mujer, al colectivo LGTBI y al colectivo inmigrante, los tres, como digo, colectivos que, aunque nunca debieron estar discriminados, lo cierto es que, no han sido tratados justamente a lo largo de la historia y debemos revertir la situación; en estos momentos, se ha cogido velocidad y la dirección correcta. La evolución, sin duda, en este caso, está siendo positiva y así debe seguir.
Sin embargo, dicha prosperidad social, está frenando (y no entiendo por qué) a otros dos colectivos, que, sin duda, no tienen la culpa de la discriminación histórica de los tres colectivos anteriores mencionados. Me refiero los mayores de 50 años y a los menores de 35. Dos grupos sociales, que integran nada menos que 3 de las 4 generaciones en activo actualmente y que los datos hablan de un desempleo que ronda entre el 50% Y 60%. Hombres y mujeres, unos con legendaria ilusión por empezar y/o consolidar su carrera profesional, y otros, con indudables ganas de compartir la experiencia y legar, gratuitamente, lo aprendido en las últimas tres décadas. Si no tomamos conciencia de esta problemática hoy, mañana la sufrirán los que hoy tienen 40 años o están aún en el colegio. Detener esta “moda”, no es sólo solucionar un dramático “no bienestar” de varios millones de españoles; es prevenir un peligroso precedente para las generaciones previas a estos colectivos.
Hablamos de inclusión, lo cual, perfecto; pero si seleccionamos por edad a quienes sí y a quienes no, ¿no es un poco hipócrita? ¿Dónde hemos dejado en ese caso la inclusión? La sociedad debe ser inclusiva en toda su extensión, no sólo a determinados colectivos que hoy, por injusticias históricas, por impulsos sociales, políticos, etc. están de moda y, en cambio, otros no lo están y no toca; - ¡hombre...un poquito de por favor…! - o somos inclusivos y no miramos raza, religión, edad, sexo… o lo demás, será mero interés del momento. Es un tema muy serio y así debemos acometerlo.
Si esto no se frena, cuando dentro de 10 años, las personas con 40 años a día de hoy, estén llegando a los 50, tendrán que “poner las barbas a remojar” como dice el famoso refrán castellano; en cualquier momento, pueden ser despedidos y no volver a remontar, cuando aún les quedan 10 o 15 años para su jubilación. Esto no puede ser, no ya por injusticia social, que por supuesto; no puede ser, porque perdemos 30 años de experiencias, conocimientos, errores y aciertos, enfoques, estrategias de los seniors o de energía, ilusión, juventud y muchas cosas más de los jóvenes… que, sin duda, sólo se producirá en perjuicio de las generaciones venideras.
Reflexionemos y trabajemos la inclusión TOTAL, sin sesgos de ningún tipo; el ajuste competencial al puesto, debe ser el único objetivo, sin mirar nada más.